La piel es el órgano más grande del cuerpo y tiene la capacidad de regenerarse constantemente. Como ejemplo ponemos cuando nos hacemos una herida, la herida cicatriza y entonces la piel dañada se regenera.
La piel está formada por dos capas principales: la dermis, que es la capa profunda, y la epidermis, que es la capa superficial. La epidermis es responsable de la regeneración de la piel. Las células de la piel nacen constantemente y ascienden hacia las capas epidérmicas de la piel. La piel joven regenera su superficie cada dos o tres semanas. A medida que se envejece, la tasa de renovación celular comienza a disminuir, pero nunca llega a detenerse del todo.
La exposición a la luz del sol es motivo para el deterioro de la piel. Cuando la piel se expone al sol la producción de colágeno disminuye, que es la sustancia que proporciona elasticidad a la piel. Por esto, las células de la piel tienden a desorganizarse y a producir malformaciones. Siempre es mejor evitar exponerse mucho al sol, y en el caso de exponerse, usar un protector solar con alta protección. El calor del sol también seca la piel y retarda el proceso de regeneración.
Otra causa de la lenta regeneración de la piel es la contaminación y otros peligros ambientales. Al envejecer, la epidermis se vuelve más fina, y permite que las toxinas dañinas penetren más profundo en la dermis, dando como consecuencia el deterioro de la piel.
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