El hígado posee la capacidad de regenerarse por sí solo. Este órgano es capaz de regenerarse a partir de una porción de un hígado anterior. Resulta una gran ventaja en el caso de enfermedad del mismo, ya que si se extirpa la parte infectada, se espera que vuelva a crecer un hígado. El problema es que habitualmente las enfermedades acaban afectando a todo el órgano y su función, dañándola definitivamente.
En la cirrosis, por ejemplo, la muerte celular se produce como consecuencia del daño continuado producido por la causa de la enfermedad. Las células muertas son sustituidas por otras nuevas, hecho denominado regeneración. La fibrosis es la consecuencia del proceso de cicatrización, de manera que con el paso de los años, el hígado se convierte en un órgano con gran cantidad de tejido cicatricial que altera por completo su estructura.
La capacidad de regeneración del hígado no es infinita, llega un momento en que empieza a disminuir la cantidad total de células hepáticas y el hígado es progresivamente más incapaz de cumplir adecuadamente sus múltiples funciones, causando la muerte. Sin la agresión, el hígado puede que llegue a regenerarse, al menos parcialmente.
Los niños necesitados de trasplante de hígado suelen ser implantados medio hígado, que se va desarrollando con el niño, funcionando sin problemas y creciendo según crecen los otros órganos del niño.
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